Por Lic. Gabriel Merino, CEFIPES (Centro de
Estudios Formación e Investigación en Política Economía y Sociedad), CONAPLA.
El
escenario económico
El escenario económico de la Argentina en 2012
no es catastrófico, como parecen querer instalar algunos economistas,
periodistas y medios de comunicación, deseosos de que la crisis global golpee
con toda su fuerza en nuestro país para generar las condiciones del cambio de
rumbo. Sin embargo, también es necesario señalar, que este año no se va a
crecer a la misma velocidad en que se lo venía haciendo y que existen problemas
que impactan sobre el bolsillo de los trabajadores.
Gran parte de la economía mundial está parada
producto de la crisis global, que tiene como trasfondo una lucha de poder entre
los distintos bloques mundiales y sus proyectos políticos estratégicos, y se
manifiesta como profunda crisis capitalista. La agudización de la crisis
europea, con la posibilidad de la salida del euro de Grecia, la profundización
de la crisis en España asediada por los “mercados” con centro en la city de
Londres, la continuidad de la estrategia germana de centralizar el gobierno y
continuar su política de ajuste, y el
desencadenamiento de la explosión del euro, es parte de esta lucha.
Como también son parte de esta lucha los
crecientes enfrentamientos militares en medio oriente, ahora con epicentro en
Siria, y con la amenaza de la OTAN conducida por las fuerzas anglo-americanas
(EE.UU y Gran Bretaña) de desatar una guerra contra Irán. De concretarse, esto
se produciría un escenario bélico de escala mundial, ya que tanto China como
Rusia se verían obligados a actuar en defensa de su aliado, Irán, algo que ya
está sucediendo con Siria, que sería es eslabón anterior a derribar. Sin embargo, las iniciativas
contra Al-Assad llevadas al Consejo de Seguridad no prosperaron por el veto de
China y Rusia, principales aliados del régimen.
Este es el mundo en que vivimos, en donde en
el imperialismo financiero desata guerras y crisis, y quieren hacer pagar a los
pueblos.
La Unión Europea está estancada con un 0% de
crecimiento en el último trimestre. Estados Unidos, no puede salir con fuerza
de la recesión y sube el 2,2% con perspectivas poco alentadoras. El desempleo
se mantiene en niveles elevadísimos ya que el gran capital aumenta su
productividad para fortalecerse en la guerra económica produciendo más o lo
mismo que antes con menos trabajadores. Incluso, a los ocupados que quedan les
rebajan los sueldos, lo que aumenta las transferencias de riqueza de los trabajadores
al gran capital concentrado, deprimiendo el consumo popular. Sube la tasa de
explotación en todo el mundo “desarrollado”, y por ello el plan de ajuste europeo.
Si a este escenario sumamos que China está desacelerando
el crecimiento y que Brasil, el principal socio comercial de la Argentina, creció
apenas el 1,6% en el primer trimestre, podemos concluir que el contexto
económico internacional de este año es complicado. En base a ello, y a algunas
cuestiones internas, se observa una desaceleración que significará una tasa de
crecimiento estimada de entre el 3% y 4% anual, con lo cual el segundo semestre
estaremos creciendo a sólo el 2%.
Sin embargo, el contexto general de
oportunidad histórica favorable para los pueblos se mantiene y se profundiza en
la medida que los centros de poder mundial se debilitan y fracturan, y por otra
parte, avanzan las fuerzas populares.
La
fiebre del dólar y las cuentas nacionales
Para analizar la fiebre del dólar es preciso
tener presente varios componentes:
Fuga de
dólares, o la salida de los dólares del circuito
productivo, ya sea porque se van afuera o abajo del colchón. El año pasado la
fuga fue aproximadamente de 21.504 millones de dólares. Este es el componente
central a tener en cuenta en el análisis.
Extranjerización
de la economía. De las 500 empresas que más facturan
en el país, 324 son extranjeras. En 1993, ya avanzado el plan de concentración
y extranjerización de nuestra estructura productiva iniciado en 1976, las
empresas extranjeras sumaban 219 entre las primeras 500 (INDEC). En el 2003, éstas
sumaban 340, por lo que se ve una leve modificación de la tendencia, pero sin
cambio sustancial en la estructura económica y sus actores dominantes. Por lo
menos hasta la expropiación de YPF, que puede marcar un punto de quiebre
estructural.
Como consecuencia del mantenimiento de dicha
estructura económica dependiente (que al impedir la independencia económica,
imposibilita la profundización de la soberanía política y la justicia social),
la salida de utilidades durante 2010 fue de 7.159 millones de dólares y en el
2011 se ubicó en 7.330 millones de dólares según el INDEC. En el contexto de
crisis financiera global, las empresas extranjeras profundizan el envío de
fondos hacia sus accionistas principales para recomponer sus recursos
financieros en medio del vendaval, agravando la salida de dólares de nuestro
país, que no es otra cosa que riqueza producida por nuestros trabajadores.
Por otra parte, guiados por la rentabilidad financiera, dichas empresas no funcionan en función de las necesidades del país, de lo que es necesario invertir para ampliar la oferta de productos ante una demanda creciente y de la necesidad de producir localmente bienes industriales. Ello presenta una contradicción insalvable para el proyecto nacional, popular y latinoamericano.
Por otra parte, guiados por la rentabilidad financiera, dichas empresas no funcionan en función de las necesidades del país, de lo que es necesario invertir para ampliar la oferta de productos ante una demanda creciente y de la necesidad de producir localmente bienes industriales. Ello presenta una contradicción insalvable para el proyecto nacional, popular y latinoamericano.
Balanza
comercial, balanza de pagos y situación fiscal. Como a
lo largo de todos estos años, la balanza comercial (el saldo entre lo que
exportamos y lo que importamos) sigue siendo positiva y constituye la principal
fuente de divisas (dólares) de la Argentina. Durante 2011 dicho saldo fue de
13.540 millones de dólares, apenas inferior al de 2010 (14.266) producto del creciente
aumento relativo de las importaciones. Pero si se tiene en cuenta el conjunto
de rubros de la balanza de pagos, que computan lo que entra y sale de la
Argentina (los dólares que egresan e ingresan por turismo, por regalías, por
fletes y por utilidades y dividendos) el superávit fue de apenas 17 millones. Es
decir, quedamos hechos, ya no hay más superávit.
Además, al haber una inflación del 22,7%
(CENDA, IPC siete provincias, octubre 2011) y una devaluación del peso de no
más 10% con respecto al dólar, nuestras exportaciones se encarecen mientras que
las importaciones se abaratan, afectando el superávit comercial. Vale aclarar
igualmente, ante los agoreros devaluacionistas, que el tipo de cambio real
multilateral si bien ha desmejorado sigue siendo favorable para la Argentina.
El crecimiento de las importaciones se acelera
con nuestro crecimiento económico e industrial. Al tener una estructura
productiva dependiente y desintegrada, la Argentina necesita importar grandes
cantidades maquinarias y equipos, bienes intermedios y distintos insumos cuando
su industria crece. Un ejemplo es la industria automotriz, en donde además de
no existir terminales nacionales y significar una industrialización dependiente
encabezada por multinacionales (que obviamente es mejor que nada para los
trabajadores), sólo el 23% de las autopartes se produce localmente y sólo el 9%
de las autopartes las producen empresas de capitales nacionales.
En este sentido, en el rubro manufacturas de
origen industrial en 2011 tuvimos un déficit de 30.000 millones de dólares
producto de las crecientes importaciones, a pesar del crecimiento que durante
estos años se tuvo en las exportaciones industriales (hoy un tercio de las
exportaciones argentinas).
Por lo tanto, las divisas generadas producto
de la renta extraordinaria de la tierra, más importantes aun por los
impresionantes precios internacionales de los productos del agro, tienen un límite a la hora de equilibrar las cuentas
de nuestro país y proveernos de dólares para el desarrollo industrial. Se
vuelven imprescindibles políticas que profundicen y cambien rotundamente la
estructura productiva argentina: industrialización, nacionalización, desarrollo
tecnológico nacional, conformación de núcleos estratégicos de desarrollo
tecnológico-industrial a partir de una política de recuperación de las
industrias estratégicas desde el estado. Siguiendo el ejemplo de la industria
automotriz, este era el sentido profundo de la creación en 1952 durante el
gobierno peronista de IAME (Industrias
Aeronáuticas y Mecánicas del Estado). En nuestra historia como movimiento
nacional y popular, tenemos buena parte de las pistas para resolver los
problemas presentes.
En este marco, durante los últimos meses se
desplegaron políticas de bloqueo a las importaciones para frenar las compras al
exterior y mejorar el superávit comercial. Ello fuerza la sustitución de
importaciones, lo cual es positivo; aunque sin plan puede traer problemas de
faltante de insumos para la producción. Pero esto último no está sucediendo, y
ello es lo central para el trabajador. Igualmente, lo central de la sustitución
de importaciones es, como dijimos anteriormente y como nos enseña nuestra
historia, desarrollar desde el estado los núcleos productivos de alto valor
agregado alrededor de los cuales se desarrollan las pymes y cooperativas
nacionales como proveedoras, rompiendo su absoluta dependencia con las
transnacionales y multinacionales. Otro ejemplo en este sentido se encuentra en
el desarrollo de un Plan Naval, que profundice la recuperación de la industria
naval nacional, impulsado por el Foro Naval Argentino.
Ahora bien, a este cálculo de las cuentas con
el exterior, debemos agregar los recursos que entran y salen del estado. En abril de 2012,
el superávit fiscal primario fue de 1061 millones de pesos, un 46% menos que en
igual mes de 2011. Si se descuentan los pagos de la deuda pública, se pasa a
tener un déficit de 1863 millones para abril. En términos generales, seguimos
teniendo superávit primario (el estado recauda más de lo que gasta) pero por el
pago de la deuda pública las cuentas pasan a ser levemente negativas.
Igualmente, el déficit fiscal de la Argentina comparado con el de los países
“centrales” es ínfimo. Si proyectamos el número de abril tenemos que representa
el 1,24% del PBI y un punto más si sumamos las provincias. Es importante
aclarar que, si no se contaran las transferencias de recursos que hacen el
Banco Central, la ANSES y el PAMI al Tesoro Nacional, el déficit sería bastante
mayor.
En conclusión, los números no son lo que eran,
aunque tampoco estamos en una situación límite o pre-catastrófica, que explique
per se el movimiento del dólar.
La
fiebre del dólar
La locura desatada en torno al dólar no se
justifica necesariamente por los números de la balanza comercial y la situación
fiscal mencionados anteriormente. Tampoco puede justificarse en que el dólar
está barato, ya que si bien el peso se revaluó con respecto a años anteriores y
ello puede hacer presión, una cosa no implica necesariamente la otra. De hecho,
en los años anteriores el real brasilero se apreció notablemente frente al
dólar y ello no trajo una corrida hacia la divisa norteamericana en Brasil. La
reciente devaluación del real puede agregar presión devaluatoria sobre el peso
por parte de los sectores productivos, aunque no por si misma desatar la fiebre
dolarizadora. Tampoco el movimiento de pequeños ahorristas, que no mueven el
amperímetro, explica la corrida.
En realidad, el factor determinante es la fuga
de capitales y al extranjerización de la economía. El número que poníamos al
principio de los 21.504 millones de dólares fugados es bastante representativo
en este sentido. En este escenario, y con el debilitamiento de la fortaleza de
las cuentas públicas en un escenario internacional de crisis, lo que ponen en
juego algunos grandes jugadores es la moneda nacional. Ellos son los que pueden
fugar en esa cantidad y organizar corridas cambiarias y financieras. Lo que
está en juego es un proyecto político estratégico.
La moneda es un instrumento central de poder.
Como institución, como mediación, está en relación a una correlación de fuerzas
entre proyectos políticos estratégicos. Por eso en 2001, se puso en juego la
antinomia dolarización vs pesificación, ya que la dolarización y la
constitución del ALCA representaba la
etapa superior del proyecto financiero neoconservador en Argentina, conducido
por los grandes intereses americanos (con centro en EEUU). De hecho, ya
estábamos en gran medida dolarizados, la dolarización era la desaparición
definitiva del peso (como se hizo en Ecuador).
El control de la moneda hace al control del
territorio. En Europa, la caída del euro significa el fin del bloque de poder
del eje conformado por Alemania y Francia, y el triunfo de los intereses
financieros angloamericanos. Ese es uno de los elementos centrales para
entender la crisis europea. De igual forma, acá lo que está en juego es si
tenemos moneda propia o seguimos pensando, actuando e intercambiando bajo la hegemonía
del dólar.
El problema es si para la pesificación de la
economía tenemos un plan propio o actuamos solamente como respuesta a las
corridas cambiarias y financieras producida por los grandes jugadores (que no
por casualidad se desataron en octubre del año pasado), cerrando el mercado
cambiario y provocando de hecho un desdoblamiento del tipo de cambio (tipo de
cambio oficial, tipo de cambio ilegal o “blue”, y “contado con liqui” o dólar
para la fuga). No es un problema la respuesta en sí misma, que de hecho es lo
que hubo que hacer para parar con la corrida. Pero la clave es tener un plan y
pesificar completamente la economía, como medida central de independencia
económica.
Componente
ideológico-cultural. Hay un componente central, que es
el ideológico-cultural. Entre el golpe de mercado hiperinflacionario de 1989
llevado adelante por los “acreedores extranjeros” (del capital financiero
transnacional) y la crisis de 2001, con el llamado corralito, por el cual los
grandes bancos se quedaron con el dinero de los ahorristas, el terror a la
pérdida de los ahorros y a las devaluaciones bruscas de la moneda está presente
muy fuertemente en los sectores medios. Eso hace más proclive la entrada en
pánico y la adhesión de los minoristas a la corrida. A ello hay que sumarle, la
influencia cultural colonizante en detrimento de la moneda nacional y a favor
del dólar, que se exacerbó a partir de los 90’ cuando Bush padre y el bloque de
poder americano proyectan el plan ALCA con el objetivo de consolidar el dominio
sobre el patio trasero.
Inflación.
En 1953 Perón otorgó poder de policía a los sindicatos
para supervisar y controlar los aumentos de precios. También esa parecía ser la
perspectiva de Néstor Kirchner cuando alentó la Ley de participación en las ganancias
para los trabajadores, que además de ser una medida distributiva, implica que
los trabajadores accedan a la estructura de costos-precios de las empresas.
Y esto no es casualidad, ya que los aumentos
de precios en la Argentina bajo los gobiernos populares tienen un fuerte
componente de puja distributiva. Es decir, a medida que los trabajadores
mejoran su poder de compra y aumentan su participación en el ingreso nacional,
los empresarios, especialmente el gran capital monopólico que tiene los mercados
cartelizados, responde con aumento de precios para recuperar su extraordinaria
rentabilidad. Basta ver los aumentos automáticos de los alimentos cada vez que
se aumenta la asignación universal por hijo para comprobar esta realidad. Esto
demuestra que el control de precios a través de la secretaría de comercio tiene
un alcance limitado y de corto plazo. El camino hacia la solución de la
inflación es la desconcentración de la producción, y el aumento de la
producción y la inversión, lo cual se garantiza con la participación de los
trabajadores, políticas de estado y recuperación de las industrias
estratégicas.
Si el origen central de la inflación es la
puja distributiva, no tiene sentido encarar su solución solamente mediante
control de precios. Y menos aun, con rentabilidades extraordinarias por parte
de la cúpula empresarial durante todos estos años, intentar apaciguar dicha
puja distributiva poniendo un techo a la paritaria que significa una pérdida
real del poder adquisitivo del trabajador y, por lo tanto, un aumento de esa
rentabilidad extraordinaria. Además, esa pérdida del poder adquisitivo real de
los trabajadores impacta negativamente sobre la actividad económica.
Una cuestión central es observar que como la
inflación es por puja distributiva, por más que se crezca menos y se enfríe un
poco la economía, esta no va a desaparecer. Según el CEPED, en 2010 la
participación en el PBI por parte de los trabajadores fue del 41,4%. Dicho
porcentaje estimamos que aumentó un poco más durante 2011, en continuo ascenso
luego del piso de 2002. Esto muestra objetivamente el estado de distribución de
la riqueza y la correlación de fuerzas entre el capital y el trabajo (así como,
indirectamente, entre capital y pequeña empresa). En tanto la producción este
concentralizada y oligopolizada, el gran capital va a apuntar a hacer
retroceder el porcentaje de riqueza que va al bolsillo de los trabajadores
aumentando los precios por más que se achique el consumo. Esto ya lo hicieron
históricamente, como en los 80’.
Por otra parte, como consigna un reciente
estudio del CIFRA, mientras el salario nominal se incrementó un
96,6% y el índice de precios al consumidor creció un 75,9%, el mínimo no
imponible tuvo un aumento de sólo 44 por ciento. Ello, sumado a la no
actualización de los topes a las asignaciones familiares y a que el cierre de
las paritarias está empatando al índice de inflación o en algunos casos está
por abajo, implica un ajuste para los trabajadores. Sin embargo, a pesar de
dicha cuestión, los aumentos de precios no se detienen como deberían.
Por ello, en vez de pedir solidaridad a los
trabajadores que mejor están con respecto a los que peor están, sin modificar
estructuralmente un sistema tributario regresivo heredado de los 90’, la clave
es que el capital concentrado que tuvo ganancias extraordinarias durante estos
años se “solidarice” con el conjunto del pueblo en un momento de crisis. Ya
que, por otra parte, dichas ganancias extraordinarias tampoco significan,
necesariamente, mayor inversión y mayor producción, como pretenden creer
ciertos neo-desarrollistas. Tampoco es un problema de apriete para que lo
hagan, que puede traer soluciones de corto plazo, sino que hay que es un
problema del actor: hay que modificar el actor sobre el cual se construye un
nuevo modelo de acumulación.
La interna
de la CGT
La ruptura de la CGT, en realidad debería leerse, en parte, como
construcción de una fractura, en tanto un conjunto de actores que no venía
participando de la CGT, y algunos de los cuales incluso habían armado otra CGT
(la Azul y Blanca, de Barrionuevo), fueron impulsados a volver a escena, a ir
por la CGT oficial.
En las editoriales en letras de molde se habla
de fractura cual si fuera nueva, ya que a ello se está jugando de hecho, por
acción u omisión. Por si fuera poco, la viceministra de trabajo, Noemí Rial
(puesta allí por Eduardo Duhalde y Graciela Camaño en 2002) le genera las
condiciones a los gordos, barrionuevistas y aliados para fracturar la CGT,
anunciando públicamente la intervención del Ministerio de Trabajo en caso de
formalizarse las denuncias hechas por los gordos. Es decir, el gobierno cambia
la postura y le genera condiciones para la fractura, en el mismo momento en que
este sector estaba completamente debilitado ante el avance por sus cauces
estatutarios de la convocatoria al Congreso para la elección de autoridades luego
de la reunión del Comité Confederal.
El gran problema que se presenta guarda estrecha
relación con el diagnóstico anterior. Al debilitarse el movimiento obrero
organizado, dividirse, y golpear sobre la fracción más avanzada al interior de
la CGT, comprometida históricamente con el proyecto nacional popular y
latinoamericano, se debilita el conjunto de los trabajadores en la puja
distributiva y el empresariado aprovecha para avanzar. Pero se juega con fuego
porque ello puede descarrilarse, destruyendo el ciclo virtuoso que se daba año
a año por el cual los trabajadores avanzaban progresivamente en la distribución
de la riqueza. Además, encarar la nueva ola de la crisis global con la
agudización de las contradicciones secundarias al interior del movimiento
nacional y popular, revitalizando a los actores que son parte de otro proyecto,
no es de lo más recomendable.
La
profundización
La tensión entre el gobierno y la CGT se puede
analizar en dos niveles, lo cual también es trasladable a otros actores. En el
nivel del proyecto político estratégico de país, en donde se juegan los pasos
de la profundización popular, vemos que dicha tensión desaparece en tanto el
gobierno adopta medidas en tal sentido. Esto puede observarse tanto con el
cambio de la Carta Orgánica del Banco Central, que rompió con el andamiaje
neoliberal construido por Cavallo en 1992, como con la estratégica expropiación
de YPF, a partir de lo cual plantear una nueva matriz energética nacional para
el desarrollo de nuestras fuerzas productivas.
También es de este plano de fondo las tensiones
que aparecen en la superficie, ya que fue sobre la agenda de la profundización
levantada por los sectores populares, diferenciada de los actores empresariales locales que son parte
de la alianza de gobierno, que comenzaron a agudizarse las tensiones.
Sintetizar estas posiciones, con el conjunto de actores que las encarnan, con
las ansias de profundización que estallaron después del triunfo de Cristina, es
un problema central. Es en el nivel político superficial en donde dichas
contradicciones aparecen como peleas personales, de lugares institucionales o
de “género”.
La agenda de la profundización se dibuja con
claridad a partir de las tareas que se vuelven imprescindibles resolver para
sostener y avanzar con el proyecto nacional.
La corrida del dólar podrá restringirse en el
corto plazo pero sólo es posible resolverla estructuralmente re-nacionalizando
nuestra economía. A partir de allí, se refuerza la pesificación en tanto la
moneda es una relación de fuerzas que se sostiene en base al poder de quien la
emite y le da su valor. En este caso, nuestras fuerzas nacionales.
En este mismo sentido, la inflación, cuyo fondo
es la puja distributiva, sólo podrá resolverse con un movimiento obrero fuerte,
aliado a los sectores de la pequeña y mediana producción en contra del capital
concentrado, pujando por la desconcentración de la economía y la distribución de la riqueza. La
ley de participación en las ganancias es una medida central en esta dirección.
Lo mismo puede decirse, aunque no lo hayamos
analizado en esta oportunidad, de la cuestión agro-pecuaria. Con una nueva
Junta Nacional de Granos podremos resolver la subordinación económica y
política del pequeño productor al gran capital de los agro-negocios y los
grandes terratenientes.
Resulta imprescindible una reforma tributaria
progresiva que destruya el sistema tributario neoliberal aun vigente, que cobre
más a quienes más poseen y no al pueblo trabajador. Como también una nueva ley
de entidades financieras que recupere totalmente el sistema financiero, el
ahorro de los argentinos, para que se vuelque en beneficio del conjunto del
pueblo.
De esta forma se disiparán las tensiones en el
campo del pueblo y seguiremos profundizando el Proyecto Nacional Popular y
Latinoamericano.
Buen análisis!
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